jueves, 4 de abril de 2013

SOLAMENTE HAY DOS CAMINOS.



    Solamente hay dos caminos
para cruzar el ancho mar.
Con la Potestad Divina
de la Santa Trinidad. 

Uno debe amar a Dios
con profunda confianza
ya que siempre está su amor
inundando de esperanza,
del alma y  al corazón.

         "El otro es un mundo dislocado,
el cual, lo desdeño sin paliativos".

Cuando en  mi ser hay pecado 
me revuelco en el dolor
con el pecho traspasado
y el alma partida en dos.
Cómo un león enjaulado
sin poder mirar al sol.

         ¿Para qué quiero el jaral
si también ha de morir?
¿Para qué buscar al viento
qué jamás podré abrazar?
Prefiero vivir, cual muerto
en mi alfombra de cristal;
aunque sean en sueños, despiertos.

Pero en ellos hay libertad.
para cruzar las murallas
donde se junta el silencio
con los gritos de la paz.
Donde duerme el pensamiento
en alfombras de crital.

Todos los sueños son ciertos,
¿Quiénes lo pueden dudar?
Sería cual negarle a los niños
el derecho a  jugar
o convertir una quimeras
en ínfima realidad.

         Por eso quiero ser niño,
para jugar y pensar
en los fusiles de cañas,
en caballos de papel,
en las pelotas de trapos
y en los panales de miel.

        Quiero arrastrar con los brazo
        las montañas de cacharros                 
        que cogíamos en muladares.
        Aquellos que de la herrumbre
        atábamos los zagales
        y corríamos por las calles
        lo mismo que gavilanes
        sin hacerle daño a nadie.

         No sabíamos, qué eran drogas,
ni falta nos hacía el saber.
Pero si que mirábamos al hombre
y también a la mujer,
con el respeto y cariño.
que quisimos mantener
más allá de la  vejez.

         ¡No teníamos que comer!
Pero existía en abundancia
el respeto a todo ser,
y sobre todo a los padres
cuando estaban en el vergel
o en el ocaso de la tarde.
Les devolvíamos  con miel,
tantos besos que las madres
nos dieron desde el  nacer.

         Quiero seguir siendo niño
    cada día al acostarme.
    Quiero derramar cariño
    sin tener que avergonzarme,
    por abandonar a unos seres
    que dieron hasta su sangre
    para que yo fuera hombre,
    o como un niño en cada tarde.

    Eso es lo que he dicho ¡Hombre!
    que siempre supo afeitarse.
    De ahí que sea mi camino
    el sendero al más allá
    donde sé que  lo Divino
    nunca me traicionará
                *            

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