Una sensación extraña
en el silencio de la noche,
cuando el
roce de mi pluma,
se dejó
acariciar por el sentir
de una
ráfaga de fuego.
Por el
estallido de un suspiro
que duerme
en la oscuridad
de mi
pavoroso pecho.
Hasta
pienso sí, fue cierto
que yo no
estaba soñando
en los
brazos de aquél sueño.
Tal vez
fue la soledad
la que me
enredó en su garras,
lo cual no
sé, ni explicar.
Y hasta creo que es probable,
que las
miradas se queden
perenne en
la eternidad.
Como el
fuego del edén
que
custodian cada día
los pasos
que aquí se den.
Y esto fue
lo que soñé:
que ella no estabas muy lejos
de mis vacilantes pasos,
sino dándome
consejos
cuando se quedo
dormida
al entorno
de mis brazos.
Y entonces
me desperté
con dislocada
amargura:
con sangre
y sudor en la frente
al ver que
fue una locura
hablar de
tú con la muerte.
Pero con
mucha dulzura…
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