Ya llevo siglos buscando,
un lienzo, un pincel, una paloma,
para dibujar tus besos
y sólo encuentro las sombras
muy lejos del pensamiento:
dormidas en la
distancia del pasado,
de un ayer interminable que
se ahoga
en lo brazos de mi alma
entumecida.
Pero a pesar de todo, el
cielo sabe
que soy sombra acariciada
por el viento
con suaves noches,
enternecida de caricias
que
tus recuerdos derraman en mis
adentros.
adentros.
Y si eso no es suficiente
para estar contento,
que vengan las ninfas del silencio
y dibujen con sus alas las
palabras
que vuelan como aves de mi pluma,
y que se posen luego en los suspiros
de la fuente
carismática de los labios,
los que bebieron en el
caudal de tu fuente
los besos que hoy se encuentran en el cielo.
Cual si fuesen torbellinos
derramados
de las cascadas del tiempo
más lejano.
Porque nunca he sabido
despertar
del sueño, que se rompió con
el silencio
de las murallas de un pecho
agonizante
en las espadañas de los
dioses:
donde copulan los suspiros del olvido
de lo que fue una realidad
interminable.
Aquella que llega más allá
del camino indefinido de lo
Eterno.
Porque el fuego que enardece la
esperanza
se adentra como polvo en mi interior,
y se mezclan con los garfios de un ¡te quiero!
que jamás se borró de esta
memoria.
Por la cual, eres la
esfinge permanente
que alienta cada paso de mi vida
que alienta cada paso de mi vida
Y arrodillada en las dunas de un mañana
más brillante que la luz de
las estrellas.
Allí dibujaré tu nombre con
cinceles,
donde nadie pueda, ni mirarlas,
ni manchar tu nombre, diosa
amada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario