y sin lucidez en la mente
y hasta ciego en lo más hondo
y se olvida hasta de él y del presente.
Él busca entre los harapos
los pertrechos de un ayer, .
de aquellos desechos tropos
que he perdido alguna vez
Cuando abre las ventanas de los ojos
siente como un grito que llamara,
y se traslada al silencio más remoto,
que arañan los sollozos de su cara,
con el filo más candente de su espada,
ve el arco irremediable de la muerte,
el que punza sin piedad toda mirada
más allá de unas sombras impotente.
Donde posan las esquilas de la mente;
aflorando las vaguadas del deshielo
y de lo absurdo, a veces inexistente,
alucinas, casi siempre, ¡qué es el Cielo!
Igual que una herida, mariposa
me siento en los pétalos de las flores,
abrevando en los labios de una rosa
y cabalgando en un iris de colores.
Siento como las garras del céfiro
que me abrasa sin el calor del ábrego
y me esparce en los rayos de una luz,
al más allá del Firmamento, llego
galopando a la grupa de mi cruz.
Y traspasando como hoja el cielo azul.
A veces, creo que siento los suspiros del rocío:
al nadar en los mares de los sueño
Moribundo en la fragancia del estío
y en lo real, me siento el más pequeño.
Sueño que abrazo la luna con los ojos
y camino hacia el hermano Sol
y hasta llego cual paloma al Olimpo
y al despertar, sólo me invade el amor
que regresó cual sombra de otro tiempo.
Cómo me gustaría exhalar
el más estridente alarido en la basta estepa
de aquella ilusión eterna
y llenar a las montañas de los corazones,
de la sólida fragancia de la paz
y tejer con un manto fascinante
de lúcidos manantiales de bondad
el mundo sin omitir, ninguna parte
Me gustaría pintar los entrecejos
de las desbordantes las lágrimas;
del color más nítido sus espejos,
para calmar a muchas alma.
Llenado su interior de los reflejos
de candente, calores aún sin llamas:
para prendiera el mundo entero,
con el fuego del amor más reverente.
Me siento peregrino en las estrellas
cuando cojo con los ojos el cielo azul
y me embriaga el licor de cosas bellas
que en la tierra solamente es una cruz.
Al despertar de estruendo de quimera
sólo veo como una sombra acampada
en los brazos de un ayer de lo que fuera
realidad que en mis sueños aún rebota,
en los rayos afluentes del olvido.
Las
frías colinas de la mente, helada
aún anida el fuego de una mirada,
donde quedó el espacio escondido de la nada.
aún anida el fuego de una mirada,
donde quedó el espacio escondido de la nada.
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