A los bucles de tu pelo
henchido de amor les llamo.
Viviendo con sus colores,
a ti te siento y te amo
hermosa María Dolores.
Le amo, con frenesí
y bien soy correspondido.
Qué bellos es el sentir
hasta después del olvido.
Tú fuiste mí damisela.
¿Recuerdas aquel verano
paseando en las palmeras
que te cogí de la mano?
Te juré amor eterno
y estabas entrecortada,
con tu rostros rojo, lleno
te observé ruborizada.
El verde de la pradera
resaltaban tus colores.
Te dije por vez primera,
cuánto te quiero Dolores.
Claveles de mil colores
que cogiera para ti,
simbolizaban amores
de mí pecho en frenesí.
Promesas que se cruzaron
en miradas sin hablar
y tus ojos me dijeron,
lo mucho que tú me amabas.
Y sentí dentro del pecho
como mi alma gritaba,
el dulce amor de la vida
que hasta el paladar
secaba.
Yo
nunca podré olvidar
esos bucle de tu pelo.
Recuerdo que he de guardar
para llevármelo al cielo
y bordarlos con coral,
zafiros y terciopelo
y hacer con ellos un altar
que las estrellas y luceros,
creo que te envidiarán.
Lo que fue dicha promesa
se fundió en aquél momento
como el metal en una pieza,
en el alma y pensamiento.
Yo no lloro de tristeza,
si no porque estoy contento
al saber que por mí rezas,
más allá del Firmamento.
Tú vives en mí pensamiento,
en mí alma y la cabeza,
ya que no ha existido el
viento
que quebrante esa promesa,
aunque sople a barlovento
no pasarás a el olvido
porque nadie ha nacido
que rompa aquél
juramento.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario