Dedicada
a la señora de Fernando
Mezdeu. Buen amigo mío.
No sin
antes pedir perdón
por aquél
enjuiciamiento
que brotó
en mi corazón
Y a
la memoria de esos seres
heroicos
que con tanta, enterez
llevan
esa amarga realidad:
como
blasón de belleza
y ejemplo
a la humanidad.
La
vi con aquél sombrero
que iba a
recibir a Dios.
Y sentí
tal desconsuelo
que
estalló como una voz
mis
inmundicias desde el cieno
de mi
negro corazón.
No entendí que estaba ciego
y que mi
alma era de hielo.
No sabe
ver a una flor
que se
desprendió del cielo
y lleva
con gran honor
aquella
ausencia de pelo.
Lloré con tanto pavor
que me
quemó como un fuego.
Lloré por
falta de amor
en el
corazón del lego
y lloré
por ser el peor
que un
herrumbre fematero.
Creo que sentí hasta celos
de la caricia
de Dios.
Al no
quitarse el sombrero
por ella
pedí perdón,
para
arrepentirme luego
por mi
impura sinrazón.
Sentí tan gran emoción
que me
arañó la amargura,
al no
entender la razón
que obligó, a dicha criatura
a
supuesta sinrazón,
y que
ante Dios, era dulzura.
Esa carencia de pelo
se lo
arrancó el dolor
y de ahí
que con sombrero
fuese a
recibir a Dios,
y Dios,
la beso primero
al tomar
la comunión.
Porque nunca a una flor
hecha con
carne de acero,
se le
negó el fragor
de las
campiñas del cielo.
Por eso
la besó Dios
a través
de aquel sombrero.
Sentí tan grande tristeza
que anuló
mi pensamiento.
¿Por qué
mi pecho y cabeza
hizo tal,
enjuiciamiento,
a un
alma, de tal belleza?
De lo
cual, yo me arrepiento.
Un cances la consumió
en este día fatidico...
6 de Octubre de 1.999.
No hay comentarios:
Publicar un comentario