La espuma del mar que habla
yo la imagino escuchar.
Cuando me pongo a observarla
me dan ganas de llorar.
Historias tristes que cuentan
los más viejos marineros
en olas azules revueltas,
muchos se fueron a los cielos.
Espumas del mar que hablan
de aquel profundo lugar
y yo no quiero escucharlas,
ni dejarles de escuchar.
Lo que empezó como un cuento
de un aparente lugar,
se convierte en una sombra
que me gustaría olvidar
y no escuchar los lamentos
que llegan del más allá,
entre las olas y el viento
que hasta le hacen temblar
a mi alma y pensamiento,
como una hoja que va
a la deriva del puerto
con calma o tempestad.
Sé que escucho los espectros
que lloran en alta mar,
y sus desgarros siniestros,
nunca los sé interpretar.
Siempre hablan en los vientos
con el lenguajes del mar
y se clavan sus lamentos
como espadas de coral,
en las espaldas del tiempo
de páginas sin plasmar
y gritan, todos en silencio
en su yerta oscuridad
–Hablar; vosotros los muertos
de los pueblos y la mar
y que no sea sólo el viento
el que tenga que expresar
las hazañas del estigio
que os llevó a pernoctar
a las cumbres del Averno,
o del cielo a reposar.
Sin que nadie escribiera
una simple hipocondría
del navegante, ya astral.
Unas líneas bastarían
para llegar a recordar
aquellos seres que un día
nos dieron felicidad.
Cuántas llegué a escuchar
historias de marineros
que se fueron a pescar
y que ya jamás volvieron.
Sólo las sombras del viento
ayudan a recordar
los hombres que son espectros
en el murmullo del mar.
Y hasta se escuchan despiertos
en las ramas del coral.
El grito que con lamentos
suele esconderse en la mar.
Mañana a los cuatro vientos
los niños les contarán,
historias de marineros
que se quedan sin contar.
Dios los lleva en su velero
hacia el mar del más allá.
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