miércoles, 13 de abril de 2011

CINCO DECIMAS

Hoy tengo la sensación
de que nunca hemos nacido,
porque no siento el latido
de mi viejo corazón.
Tal vez fuera una ilusión
que sin nacer se ha perdido.
Puede ser sino lo ha sido
que mi grado de amargura
me lleve hasta la locura,
por lo que yo te he querido.


Arde en mi pecho una llama
que me abrasa el corazón:
es un volcán en erupción
sin compasiones al alma
y en mi interior se derrama
el calor de un bello amor
que con tus labios en flor
me trasladan a la lactancia,
y percibo de la infancia
un dulce, que no hay mayor.


Flores rojas encendidas
son tus labios, linda flor
que con el fuego mayor
hacen en los míos heridas
que, hasta mis auras cohibidas
se engrandecen al llegar
hasta tu pecho abrevar
los suspiro más ardiente
que mortal tuvo en la mente,
ni en más arduo paladar.


Qué vengan del cielo entero
ángeles a comprobar
o legiones a explicar
al mundo lo que te quiero.
No existe ningún tintero,
ni pluma que sea capaz
de escribir lo que es veras
de lo que siente mi mente,
que más allá de la muerte
mi amor por ti, será más.


Al pintar el nuevo día
siempre doy gracias a Dios
y también oigo su voz
que me colma de alegría.
No sé sin en Él, yo qué haría
si me falta la esperanza.
Para mí es su alianza,
manantial que me da vida
cuando mi alma se olvida
del amor que Dios me lanza.

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