martes, 9 de noviembre de 2010

NADIE PUEDE SABER...

No hay manera de saber
el ocaso de una pluma,
para gloria o suerte de mi ser.
Pero sí que siempre es cierto
que las flechas de este alma
van dirigidas al cielo.
Y tengo prisa, mucha prisa
por labrar la tierra húmeda
de tantos campos de fuego.

La tierra que fui pisando
y que nunca supe que era tierra
desde mis propios establos,
donde dormían las sombras
de sueños encarcelados
en los brazos del silencio.

Si el hombre, pudiera acallar
los suspiros del gigante;
ese que masacra la sombra de su pecho:
el que araña con sus garfios
el silencio de la noche.
Seguro que no lloraría
la pérdida de los labios.

Esa que nunca se cansa
de marcar el estío de la mente,
ya que hay veces que hasta llegas
a creer que es un ser muy diferente,
porque acorta la distancia
que nunca estuvo presente.

Y es porque el hombre no ve
que su alma no esta rota,
ni es capaz de creer o suponer
que a todos, el cielo nos dota
de sus panales de miel
*

No hay comentarios: