miércoles, 20 de octubre de 2010

NADIE ME CONOCÍA.

No existe mayor dolor,
ni más cruel desengaño
que en tu propia población,
te miren como a un extraño.

Yo no desprecio la muerte,
ni el infierno, ni la cruz.
Yo solo temo a la gente
que manchan el cielo azul.

Porque no es mi mala suerte
la que me dá esta agonía.
Es tan solo y simplemente
La estrofa de la poesía

que va rasgandome el sueño
en la noche y sin demora;
e inclusive cuando sueño
con sus fauces me devora.

Parece una maldición
que en el vientre de mi madre
se clavó en mi corazón
como espinas del baladre.

Me siento como un extraño
en mi propia población;
donde tanto desengaño
van mermándome ilusión.
Cuya espada va rasgando
el alma y mi corazón.

Nadie me conocía
en el lugar que nací.
Fue tan triste la agonía
que al hombre no comprendí.

Nadie me conocía
y yo me sentí morir
cuando la luz me impedía
a los míos distinguir.

Al hombre no comprendía
en el umbral de la tarde,
y entonces pense en mi madre
si también me aborrecía.

No me debió de parir,
ni darme nombre siquiera,
ya que no sé distinguir
la verdad de una quimera.

La luna no me alumbraba,
el sol me negó el calor
y mi estrella me negaba
su obligado resplandor.

Busqué en la brisa del viento
en las algas y el coral
a Dios, con el pensamiento,
también se negó a escuchar

presentí que repetía,
que era escoria del desierto.
¡Tampoco me conocía!
Me sentí mil veces muerto.

Pense, ¿Estaré durmiendo?
y me quise despertar,
y lo que fui descubriendo
semejaba a un muladar.

Realidad despavorida;
Tanto, que llegué a llorar
porque la cruz de mi vida
era igual que un retamar.

Las miradas de la gente
parecían ascuas de fuego
que me abrasaban la mente
y hasta el corazón de lego.

Sentí asco de mí ser
y la luz que viera un día
mi primer amanecer,
de la que me arrepentía.

Que el hombre me despreciaba,
en sus ojos pude ver.
La mayoría me negaba
el derecho a ser un ser.

Esa flor que le dio vida
al fondo de mi interior,
llegó a ser incomprendida
y se secó de dolor.

Y nadie me conocía
cuando siempre estuve yo,
esclavo de la poesía
que derramé por amor.

¡Maldecir! No voy hacerlo
porque no es de educación.
Pero mirarles con genio,
eso sí, que lo hago yo
a los que niegan tal sueños
de mi propia población.

No hay comentarios: