lunes, 14 de diciembre de 2009

Y ENTONCES PREGUNTARÉ.

Entonces preguntaré al cielo:
–¿Qué estoy haciendo en la tierra
bajo este azul trepidante
de los ojos bordados por el Febo?
Y la respuesta la hallo en el silencio
del pálido amanecer del alba,
junto a la supremacía
del ocaso, gris y amaranto
y las coplas que nace de este ciego;
es como si el alma se extendiera
entre las arenas del desierto
y galopando con la mente
en las montañas blancas,
más allá del espacio temporal.

¡Qué espantosa agonía
sentí en mi sueño al ver!
que la luz se oscurecía
cuando vi el cielo arder.

Era un ascua de oro
donde no cupe la luz.
E inclinado en el suelo lloro
al no ver el cielo azul.

Siento pararse mi sangre
y el reloj no tiene hora.
No encuentro perro que ladre
pero sí gente que llora,

sin tener donde abrevar
en aquella noche a solas
y sin poder ni contar
por qué no pasan las horas

que quedaron en el cristal
sin marco de aquél espejo,
difuso y sin reflejar
lo que se quedo tan lejos.

Y entonces preguntaré:
¿Dios mío qué es de mi esposa?
¿Se fue para no volver
por amor a la fría fosa?
No soy capaz de entender
esa espeluznante cosa.
Tan sólo puedo entender
que en los brazos de Dios,
está, mi esposa Lola...

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