Como tantas, una noche yo soñé
las semillas de un futuro
que le cortaban los pies.
El que más tenía tres años,
pero todos hombres de fe,
y científicos extraños,
embajadores, ministros,
hombres de ciencia y de ley
y soberanos del mundo
sembrando campos de miel,
de sonrisa y cariño
y que solían socorrer
del mundo a miles niños
que no tenían que comer.
Plantaban campos de flores,
de caricias y bondad
y recogían a los mayores
para colmarles de paz.
Los ministros y pastores
se hablaban de igual a igual
y no faltaron favores,
pródigos en cantidad.
Las mujeres respetaban
sin importarles la edad.
Porque siempre decían ellos
que aquellas eran mamás
como las suyas lo fueron.
Crearon leyes severas
por respeto a los demás.
El mayor de los castigos
por coger un trozo de pan,
era regalarles trigo
para su pan fabricar.
El que insultaba a un amigo,
le castigaban a pagar
con el más duro castigo;
perdonando a los demás.
Al despertar, vi que era un sueño
hecho de sueños quizás.
Pero que en mi mente llegan
a forma de realidad.
Si no fuese porque es sueño,
diría que fue verdad.
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