martes, 17 de diciembre de 2019

CON LA CABEZA INCLINADA.

    
                          Con la cabeza inclinada
                         y los brazos puestos en cruz,
                         voy soportado miradas
                         de unas enrarecida luz.

       Y cuando las espadas de la noche
       cubren con el silencio blanco
       el rocío en el llanto de las rosas;
       se inclinan mis rodillas encallecidas,
       en el negro asfalto de los llantos

       y de rodillas camino
       en las hirientes arenas,
       donde los esputos de la mar,
       salpican las putrefactas sombras
       de un amanecer sin alba.

       Voy rodando sin descanso
       con la cabeza inclinada.
       Por no herirte, noche negra
       con los garfios de la mirada.

      Pero tú, que todo lo oscureces
       me has pisado las entrañas
       con las zarpas de la soledad      
       y ando continuamente
       de rodillas y arrastrado
       en las cloacas del miedo.

       Del miedo a la sombra inerme
       que se deja deslizar
       por los brazos de la muerte
       y los aullidos de los besos
       que arañaron las rodillas,
       por el exceso de quererte:

               –Cuando tú, te ausentes en el Averno
       escupiendo en mi cabeza blanqueada
       y ahogada en el yerto lodo de tus pasos.
       Sentiré que mi alma no puede despertar
       A una hora cualquiera
       de la débil y apagada claridad.
 
                         El fuego de la mirada penetrante
       de tus uñas afiladas
       que arden en los suspiros
       del nuevo espacio natural,
       y en los ojos brillantes de las estrellas,
        sé que me amamantaran con sus pechos

       Entonces el clamor de mis rodillas
       se inclinarán en las miradas del espacio sideral,
       buscando entre los ojos de la noche
       la luz perdida de una aurora  sin fanal,
       para compartir las sombras de mis sueños.
       en una lejana claridad.... 
                      *                  

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