Una tormenta de calma
que bate olas del viento.
Eso es lo que es mi alma,
corazón y pensamiento.
Dejad que arda la flama
del fuego de la pasión.
Por favor que nadie ponga
barreras a mi corazón,
porque partiría los mares
de ese pequeño universo
que aún estando en
libertad
siempre me supongo preso.
Cautivo fui de las flores
de la luna y del sol.
Bebí del iris colores,
enredado en el dolor.
Dejad que fluya mi río
hasta que sacie la sed.
La sed que tengo y el frío
por el miedo al no saber.
Tengo miedo de tener
por compañero el Averno,
porque sé que Lucifer
con flores que dá el
Infierno.
Unas veces con las rosas
y otras con un clavel,
con disfraz de mariposas
y siempre un final con
hiel.
Aunque parece dulzura
las frutas de esa
mansión,
me producen amargura
sus fibras de tentación.
De esa que me va bañando
con aguas cutres de un
río
donde mi alma temblando;
temblando y muere de frío:
–Quédate
tu dulce miel
y esa lluvia del rocío,
porque tú, eres Lucifer
un ladrón siempre
escondió.
Déjame en el hastío
invierno
durmiendo mis felonías,
ya que el calor de tu
infierno
es la soledad más fría.
Sí esa tormenta de viento
arrastra a mi corazón,
seré cual barco sin
puerto,
sin bandera, ni timón.
Sería la sombra de un
muerto
que vivo se sepultó;
ahogándose en un desierto
donde nunca el sol llegó.
Dejadme en mi dulce sueño
sin llegarme a despertar.
Aunque mi barco es pequeño
intenta no naufragar,
ya que a tu reino desdeño
sin futuro ni fanal.
No quiero arder cual un leño
en un fuego sin final
*P
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