lunes, 15 de octubre de 2018

Señor, hijo de David


               
Yo sé que tú esperas algo;
algo concreto de mí,
y yo ciego, sin embargo,
no sé que quieres decir
que mi pluma dé algún rasgo
que siempre hable de Ti.
 
Tu voz percibo en las manos
y no sé como escribir
aquello que está anidando
en el interior de mí:
antes que fuese creada,
la  nada, que creo que fui.

Tu voz percibo sin tino,
y mis ojos están cerrados.
¿Cuándo encontraré el camino
que me lleve hasta Tu lado?

¿Será de flores o espinos,
zarzales o bellos prados?
¿Será de mares de estrellas
o de desvalidos hermanos
qué esperan que me decida
a que les tienda las manos?

Lo qué me hayas deparado
ponlo dentro de mi pluma,
que yo con amor y agrado,
lo extenderé a tus criaturas,
como una flor del legado
que me das con desmesuras.

Si por ventura no llego
a lo que creo ir  buscando;
¡No importa! Porque en el cielo
sé que podré terminar
lo que empezó el hombre lego,
                y qué es incapaz de expresar
                                   *

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