El día que sople el viento
a popa de mi velero,
navegaré en la estrellas
en la luna y los luceros.
Iré arribando hasta ellas
en el Olympo del Cielo.
Ya no habrá más temporales
que lleguen por sotaventos,
ni en la amura de babor
irán pegando los vientos.
Navegaré en el albor
con brisas del pensamiento.
En ese mar del silencio
navegando en las alturas;
con las velas bien henchidas
y en el bramar sobre la
amura
con grandes olas partidas.
Y aquellas olas henchidas
que llegan por barlovento
abriendo de mí, la herida.
Iré atracando en el puerto
de la inmensidad perdida,
sin sombras del pensamieto
Y Aquí quedaré escondido
hasta que me borre el
tiempo.
*
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