jueves, 27 de junio de 2013

LOS ARAÑAZOS DEL ALMA.

    

          Los arañazos del alma
despiertan en mi interior 
la sonrisa de tu cara.
No sé si fuiste mujer
o la sombra de un fantasma,
o un ángel que sus caricias
se derraman como hojas
de nardos en mis entrañas.

         Si no vienes ayudarme,
mi barca sé, que naufraga
en las turbulentas aguas
que bañan los arrecifes
donde se ancla  la barca.

         Le tengo miedo al salobre
que en forma de hiel endulzada,
llega hasta mis labios yertos 
como un fuego que me abrasa
el pecho y el pensamiento.

         Aún así, lucho con hierros
que les arrebato al pasado,
aunque se encuentran muy lejos,
tus ojos siguen clavados
en los recuerdos más bellos
que nadie ha imaginado. 

         Yo bien sé que siguen vivas
en las cumbres de mis brazos,
como si fueran estatuas
que se mantienen dormidas
muy lejos del cenotafio
que un día quiso  borrar
lo que sellaron tus labios,
con aquel fuego sin nombre
que nadie pudo soñar.    

         Yo sé que el Cielo es consiente
de que  aún te necesito,
cómo el aire que respiro,
         cómo la luz que me llega desde el Cielo,
         cómo el latir de la sangre de las venas.

Me perteneces, y no hay nada
que te pueda separa  de mi interior,
ni de las pupilas de los ojos,
ni de lo más profundo del alma,
ni de lo más escondido de mi ser.

Tal aliento le da vida  al corazón
que aún cansado siente amor
del contacto de tus manos
y de los besos que me diste
que aún los sigo conservando
         como joya más preciosa
         o relicario, que nadie podría  soñar
         aunque viviese mil años...
                       *

2 comentarios:

Conde Vela dijo...

No es el joven quien merece ser felicitado, sino el viejo que ha pasado una vida hermosa, pues el joven que está en la flor de la edad, yerra pasando por su cabeza, por cualquier cosa, ideas extrañas, mientras que el viejo ha arribado a la vejez como a puerto seguro tras haber logrado incluir entre sus seguras satisfacciones los bienes que antes había desesperado alcanzar.

Conde Vela dijo...

Aunque uno esté muy enfermo, hay que procurar vivir como una persona sana. Al fin y al cabo, lo único que nos diferencia de las sanas, son algunas limitaciones, y esas, también las tienen los más fuertes.