“Fachadas de traga santos”
que hasta se comen las velas.
Dicen que los aman tanto
sin conocerles siquiera.
Comemos en la misma mesa
y hasta nos damos la paz
con asidua reverencia;
en cambio no son capaz
de saludar, tan siquiera
al que la mano le dan.
¡Le miran! Cómo una fiera.
Digo yo! Sin vanidad;
sin pretender ofender,
ni juzgar a los demás.
¿Cómo se puede amar algo
que no se ha visto jamás
y se le niega el saludo
a los que damos la paz?.
Creo que la misa empieza,
cuando el oficiante termina,
diciendo marchar en paz.
No sean tan religiosos
en el interior del templo
y amemos a los “cristos rotos”
con los brazos del ejemplo.
Porque Dios vive en los hombres,
en el Sagrario y el mar.
Al despreciar uno de éstos.
Yo digo que no es amar,
aunque digan que le amanen el Sagrario al rezar.
Siento vergüenza y angustia,
desesperación y dolor.
Siento en el alma arañazos;
cuando veo los falsos dioses,
el que dice que es mi hermano.
Me traspasan el corazón
con las dagas de sus voces.
Quiero que esta advertencia
sea una sonrisa tatuada,
qué llegue a tu corazón.
Mis palabras son caricias
conjugadas con amor,
las que más allá de mis cenizas
serán perfume de flor.
Quisiera poder tener
en las fauces de los ojos;
dientes afilados a manojos,
para poderles y morder
a los infrahumanos despojos
que alardean del saber.
Los del poder intelecto.
Los presumidos de nada.
Los que con sus pensamientos
quieren confundir miradas
de esos ignorantes, supuestos.
Cuando dentro de sus almas
son bellos los sentimientos:
capaces de hacer murallas
capaces de hacer murallas
entre las sombras y el viento.
AMÉN
¡Respondan
a tal metralla!
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