Un
juramento de fuego
se
pronunció con tu voz.
Lo que
empezó siendo un juego
terminó
en maldición.
No hace
falta subir al cielo
para
hallar el remanso de la gloria.
Sólo con
el pensamiento
del
interior del alma,
se puede
navegar en los brazos
de tu
pecho
y como
un navío bergantín sin rumbo
que va a
una estrella fugaz,
derramando con estelas
las
luces del más allá.
A donde
anidan las sombras
de los
recuerdos,
al
amparo de los cuchillos de la noche
que se
dejan acariciar
por los
labios de la muerte,
en las espadañas
de los secretos
dormidos
y con juramentos.
Más allá
está el pórtico de la gloria.
En ti,
se engendraron serafines,
sólo con
el suspiro de un cautivo viento
de las
flores, desconocidas del silencio
que
galopan a la grupa de garañones
que
nacieron al amparo de tu mirada
de fuego,
capaces
de prender con él
las
montañas de mi pecho,
cautivo de
tu encanto.
Yo tan
sólo soy, el errante mendigo
de tus
aguas incoloras,
esas que
apenas llegan
a los
labios sedientos
del que muere
de ansiedad
por acariciar
tu pelo.
*
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