jueves, 2 de junio de 2011

DE LA CANCIÓN DE LA LLUVIA...

Bella canción en el silencio de la noche,
con los acordes de las lágrimas grises
y desprendidas de los ojos del silencio.
Replican sobre alfombras cristalinas
el estallido de las nubes que se rompen,
cuando el cielo azul, merengo se ilumina,
es cuando el brazo del rayo, le responde.

La bahía silenciosa ha enmudecido
con las raíces del rocío en avalancha
y detienen de las olas el bramido
como el árbol caído, por el hacha.
Dulce llanto que llega en el estío
para el río, la flor y la sementera;
fecundando con su fértil poderío
el alcacer que crecen en la pradera.

Arduo aroma que se abraza a la tierra
con los besos de su alma galopante
y entierra la semilla en pos de guerra,
como el feto en el vientre de la madre.
Fecunda la ilusión de cada día
en los chorros trasparentes del granero
que preside en las mesas y galerías
el sabor de su trigo verdadero.

Fieles lágrimas paridas del rocío
ensambladas en los fríos manantiales.
Cuando el grano germinó en el estío,
como copos de miel en los panales.
Abatido con la piedra del molino
se convierte en lana blanca de hermosura
y la degusta, el rey y el peregrino.
¡Pobre de aquél que no obtenga su dulzura!

Aquel fragor que dejó caer el cielo
en los riscos, páramos y llanuras
se esculpió con la mano del obrero
y fue adorado por todas las criaturas.
¿Cuántos hombres y mujeres cada día,
proclaman con amor, “ese pan nuestro”?
Porque Dios, lo bendijo un cierto día
unas horas anteriores a su secuestro.

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