miércoles, 4 de noviembre de 2009

QUISE ENROLARME EN EL VIENTO,

Quise enrolarme en el viento
para rescatar tu imagen
de las garras de los tiempos,
y cuando encontré el cristal
de aquel marco sin espejo,
sentí ganas de llorar,

Porque tu cara era otra
tatuada en las fronteras
del espacio intemporal,
y te llegué ha preguntar:
¿Por los recuerdos de un rostro
que me dio felicidad
y lucidez ante el espejo
de aquel marco sin cristal?

Eran como rosas blancas
con aroma de azahar.
Era como una paloma
secuestrada por el mar.
Y ahora no encuentro el nombre
para poderla llamar
y no queda nada de ella,
ninguna forma real.

Me está engañando el espejo
con su cóncavo cristal;
y de aquella noche fría
sólo me queda una luz
sumergida en la poesía,
que apenas si el cielo azul
me dota de fantasía,
para que arrastre mi cruz.

Círculos, rayos y cruces
que en la noche se deshacen
con las garras de las luces.
Y no comprendí que hacías
en ese extraño lugar,
cuando sentí que mi nombre
alguien empezó a gritar
y sin labios respondía.

¿Qué hago aquí, Dios mío,
es qué el tiempo vuelve a tras?
Fui mayor y ya soy crío
y hasta deseo jugar.

Encontré muchos mayores
que también volvían atrás
y revivían con las flores
que muy secas estaban ya.
Y de pronto fue el reloj
quien me obligó a despertar,
de aquel sueño de amargura
del que no llegué ni a soñar.

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