jueves, 5 de marzo de 2009

LA VERDAD DE UN SUEÑO

introducción del autor
¿Sabe usted cuál sería mi mayor deseo? Hacer llegar a los lectores de la presente narración la más humilde súplica, para que en ningún momento vean en esta obra de entretenimiento, y a su vez matizada con la veracidad de los sueños de un loco-cuerdo, los que cree haber podido derramar del corazón, como llamaradas de fuego inextinguible, lo que no dejará de ser un sustancioso y prominente destello de amor; proceder que los hombres no debiéramos dejar de «sembrar» en nuestro entorno. Tal vez alguien pueda considerar en lo que sigue algo que no he pretendido manifestar, en ningún momento, lo que no ha llegado a pasar por mi mente, ni por asombro, que me pudiera considerar un ser inspirado por «la bondad del cielo».¡Claro que ésta no es una revelación del Altísimo! Si no que se trata de un supuesto sueño; lo demás, anda muy lejos de la realidad, no por nada que tuviera que avergonzarme de mis creencias al confesarlo, cuando digo lo que pienso, sino por todo lo contrario. Por lo que diré que estoy seguro de no ser merecedor de tal favor del Altísimo. Sólo he pretendido llevar a mis semejantes un sueño que, en una inmensa mayoría de los humanos, ha llegado a formar parte de no pocas interrogantes, a lo largo de sus existencias. Preguntas difíciles de contestar, por hallarse lejos de la mente, que podríamos llamar normal. Desconocimiento que quizás pueda formar parte de lo que no dejaría de ser una realidad. Me atrevería a afirmar que en algún lugar desconocido de nuestro Orbe, «puede que existan documentos perdidos» que sin duda alguna podrían dar un fiable testimonio y luz de los que fueran los primeros pasos que empezaría dando Jesucristo en la tierra, hasta llegar a los doce años de su vida pública como hombre.
Creo que nadie se atrevería a negar que el comportamiento como niño de Jesús de Nazaret no dejaría de ser como tal; correría en medio de grupos de muchachos alrededor de una hoguera; debió de tener los lógicos entretenimientos y apetencias propias de otros críos. Por ejemplo, hacer castillos de arena en las márgenes del Jordán, jugar a la gallinita ciega, correría tras un perro que fuera siguiendo el rastro de una liebre, se escondería en algún lugar de su propia vivienda, por temor a la reprimenda que le pudieran hacer sus padres, por cualquier travesura que Él llegara a suponer que su actuación no fuera de recibo: ¿a saber en qué momento consideró Él, que fuese algo impropio ante sus mayores? Por qué no decir lo mal que pudiera aceptar el insulto que le hiciera algún muchacho, lo que en otro chico no dejaría de ser motivo que pudiera haber terminado en alguna camorra con sus correspondientes bofetadas, en las que tal vez llevara Él la peor parte, en cambio en Jesús se puede asegurar que es casi imposible aceptar, ni por supuesta fantasía, tal desenvolvimiento. Porque sumergido en el hombre, nunca dejó de estar el Espíritu de Dios Padre.En el vientre de dichas suposiciones se ha engendrado mi atrevido sueño. Por supuesto que sin tratar en ningún momento de negar que en Jesús se daban los más venerados carisma, que en lo sucesivo serían escudos de toda la cristiandad, ya que de Él heredamos el testimonio de Dios vivo y de Dios Hombre.Como tampoco voy a ocultar que durante el transcurso de esta narración, en la mayor parte de la misma, he llegado a tener las más agradables sensaciones, ya que comprobé que mi quimera se convertía en una realidad sin precedentes. Por lo que en más de un momento, me he visto en la necesidad de abandonar la pluma, antes de finalizar la misma. En mi mente hurgaba esta pregunta:—¿Estás dormido o despierto, crees que lo estás haciendo bien? A pesar de no encontrar la respuesta más coherente, he seguido adelante sin temor a las contrariedades que pudiera hallar en el camino, sin duda alguna… No les quepa la menor duda que he disfrutado con mis supuestos ensueños, como un verdadero infante con su más preciado juguete, aquel que desea y no tendrá nunca. Acontecimientos que me han dado la oportunidad de compartir infinidad de juegos con nuestro amigo Jesús.Con las siguientes líneas he querido llevar a mis congéneres ese sueño que duerme en el interior de todas las personas que creen en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo; una lectura de entretenimiento, con el añadido del más fuerte grito de amor y de denuncia de aquello que no soy capaz de poder entender. Aunque en no pocas ocasiones, dichos alaridos se llegaron a convertir en angustia y casi agonía. Angustia, por la impotencia ante insospechadas aberraciones que se han sumergido en esta obra, sin pedir permiso a nadie, las que no puedo llegar a concebir, al no ser, al esforzar la mente y comprender que el hombre es el único animal, en toda la faz de la tierra, que mata sin tener hambre o por mera satisfacción, enredada en la venganza…¡Agonía! Porque en cada disparatada muerte, cometida por tantos asesinos, para vergüenza de una gran mayoría de la humanidad, son de nuestra estirpe. Verdugos que llevan a cabo tales cruentas acciones, ya sean masivas o individuales. Dentro de la piel de cada una de esas víctimas, allí nos encontramos los que pensamos de diferente modo a los malvados, derramando por las heridas de las mismas nuestra propia sangre, enredada con las de ellos. Les ruego que me permitan lanzar un S.O.S. de súplica a los que mantienen los peores sentimientos en sus pechos y que usan las navajas o las pistolas. A ésos les suplico en nombre de toda la humanidad, sean de las creencias que sean, que antes de llevar a cabo sus macabras acciones, miren al cielo y cuenten, si otra cosa no saben hacer, hasta diez…Como a cualquiera, me gustaría que con mis dislocados juegos se llegara a salvar aunque tan sólo fuese una criatura de tales suplicios, que se librase de los malos tratos y que estas líneas fuesen el eslabón que le concediera salvar su vida. Sería un signo de buena voluntad en ese supuesto agresor. Y la más grandiosa satisfacción, para el autor de esta obra de entretenimiento. Por no decir de la más enérgica denuncia a toda la desdichada humanidad que piensa que el mundo se ha de arreglar matando a sus semejantes. Por no saber aprovechar las potentes armas de las que el hombre dispone, ¡EL AMOR! con mayúsculas. A lo expuesto y lo sucesivo, usted, lector, le puede añadir lo que sin duda duerme dentro de su pecho. Porque estoy seguro que no dejará de ser para mí el mayor exponente y sustantivo de lo que yo me haya dejado sin anotar o dormido en algún otro sueño desconocido hasta este momento.
Esta obra es de 109 páginas y su precio de 8 Euros más gastos de envío (No lo duden que esta obra es para todas las edadez)

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