jueves, 26 de febrero de 2009

LA CRUCIFIXIÓN DE CRISTO..

Siento vergüenza y dolor
cuando contemplo mis manos;
veo tu sangre Señor,
en mi diestra ensangrentada,
mezclada con el pavor
de tu espalda flagelada.

¿No puse yo alguna espina
en tu frente traspasada?
¿No fueron también mis manos
quien flageló tus espaldas?
Que angustia siento, Dios mío,
cuando te miro a la cara.
Más que dolor, siento frío,
que hasta mi alma está helada.

¿No habrá un rincón en la tierra
donde me pueda esconder?
¿Ni una gota de agua
que pueda calmar la sed
de mi alma atormentada?

Me traspasan tus palabras
de amor, entrega y bondad
y no llego a comprender
de tu carisma, yo nada,
ni por qué pudo Caifás
derramar sobre Tú espalda
aquel río de maldad;
por el Sanedrín avalada.

Y sigo sin comprender
¡por qué Pedro te negara
hasta "por tercera vez!
antes que el gallo cantara"

Yo siento como si el alma,
de Pedro, Judas y Caifás,
de Pilato y Barrabás,
fueran parte de mis manos
ensangrentadas,
y no las puedo lavar,
Porque no encuentro la fuente
de tu bello manantial.

Mis labios hablan de Ti
y de tu obra magistral.
Pero mi alma y mi mente
están en otro lugar;
porque no soy diferente
de Herodes o de Caifás.
Soy de la misma madera
pero con otro collar.
Soy una de tantas fieras
que hay en la humanidad,
que en cada Semana Santa
te vuelven a crucificar.
Sí.
Porque en mis labios está Pedro
para volverte a negar
y en mis manos las espinas
que te han de coronar.
Mientras mi frente se inclina
buscando la claridad
de tu Doctrina Divina,
de la luz y la verdad.

Deseo que llegue el día
que te pueda comprender
y entonces no habrá agonía,
ni sangre en mis manos y piel,
solamente hipocondría
para inyectar de tu miel,
entre los labios del hombre
que te negó aquella vez.

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