jueves, 2 de junio de 2016

SOY UNA SOMBRA DEL VIENTO.

       
        Yo sé, que apenas soy nada
        y como tal me valoro.
        Pero en mi alma llagada
        Dios depositó un tesoro
        de respuestas enlazadas.

        El poeta sólo es brisa
        de una sombra del viento
        que con su rueca eriza
        el amor en el pensamiento,
        y aún después de sus cenizas,
        se deja escuchar su  aliento.

        Del poeta emana fuego
        que extiende al exterior
        y pone en los brazos del lego
        de su fuego el resplandor,
        como el lazarillo al ciego,
        lo conduce con amor.

        Va dejando trozo a trozo
        su pecho en la creación,
        y cuando llega alborozo
        a toda una población,
        se gratifica gozoso
        sin limite el corazón.

        El alma de los poetas
        sólo pueden ser de "oro"
        sin cerraduras ni puertas,
        ya que nunca su tesoro
        ellos lo ponen en venta
        y, si lo fue, ¡Los deploro!

        La poesía no es la meta
        por su rima en la oración.
        Pero sí, le dá al poeta
        esa gran satisfacción
        de llegar a toda puerta
        y entregar su corazón.

        El poeta da dulzuras
        con fuego del corazón,
        al inyectar a las criaturas;
        su sombra da sensación
        de impregnar literatura
        con su frágil creación.

        El poeta es soñador
        y con sus sueños navega
        a la mansión del amor,
        y a veces en sueños llegan
        a extenderse como flor
        más allá de toda  estrella
        donde duerme el mismo sol.

        Por eso su corazón,
        va traspasando fronteras
        en formar de una ilusión,
        donde convierte quimeras
        con un poco de pasión,
        en realidades sinceras.
                      *