Oh, Dios
mío, sigo sin comprender.
¡No entiendo
nada!
Qué un niño
para comer,
tenga que competir con los cerdo
en los muladares.
Buscando en
estercoleros
las
putrefactas basuras.
¡Qué pena,
tiene que ser
para tu
pecho Dios mío,
ver los
niños perecer
muertos de
hambre y de frío.
¡Por qué el
hombre del poder
anda en
riquezas perdió.
Tengo
hambre, Señor.
Hambre de
enamorarme
de los que
sufren dolor.
Hambre de
saber yo darme
a los demás
con amor,
sin tener
que preocuparme
porque se
seca mi flor.
Cuando el
hombre, tenga sed
de compartir la dulzura,
la riqueza,
el poder,
el dolor y
la amargura.
Entonces el
hombre será
coronado en
las alturas.
No crecerán
más basuras,
ni niños en los muladares.
No harán falta sepulturas,
ni de
rodillas andar
mendigando
las criaturas
simples
mendrugos de pan.
*