Árbol que vistes
nacer
y crecer a las alturas.
Árbol de muy
fuerte pie
que diste frutas
maduras
tan dulces como la
miel
de suntuosa
dulzuras.
Agua y frío en su
aliento
él tuvo que
soportar
y en sus ramas
desaliento,
porque se fue a
otro lugar
donde el silencio
gritaba,
sin labios para
llorar
lo que de él, no
quedaba.
Al llegar la
primavera
volvía a florecerer
Vida sombría o
somera.
Qué majestad de
doncel
que con su dulce
amargura
se fue dejando
meter
dentro de una
sepultura.
Árbol de frondosa
sombra
que en abundancia
daría
al ruiseñor y la
alondra.
Y que el rocío
recibía
sus frutos al
amanecer
donde la noche y
el día
no se podían
conocer.
Como tantos
árboles más
se acabó su
juventud.
Secas ya estaban
sus ramas
y alguna las
hicieron cruz,
otras astillas
quemadas
con estrellitas de
luz
que era esfinges
de una nada.
Fue la cruz de su
agonía
la que no pensó
alcanzar.
Aunque seguro
tenía
que le abrían de
quemar.
Pero nunca
pensaría
que le podrían
olvidar.
Fruta dulce de su
ser
al que jamás
conocía
se las dio para
comer.
En cambio hoy
gritaría
¿Qué pecado es la
vejez
para tener esta
agonía
y qué se olviden de mi tez?
Árbol de honesta
fragancia
y que un día
envejeció,
sumido en la
ignorancia
su vida
desvaneció.
Sin pensar en el
pasado,
ni porque
alguien cruzó
su pecho de lado a
lado.
Llorar por los que
se han ido
es como llorar en
la mar.
Llora por lo que
has perdido
es como querer
mirar
sin luz en la
oscuridad,
las cenizas del
olvido
sin buscar la
claridad.
Verás, cuánto se
te ha ido
y no podrás
encontrar
aquellos frutos
perdidos,
ni volverles a
probar,
el fruto de dulce
miel
que un día a tu
paladar
le diera el mayor
placer.
*