Apenas si ya, recuerdo
la fragancia de tu piel,
ni tus besos como miel
y hasta creo haberlo olvidado.
Llevo en el pecho clavado
tu perfume de mujer
y el amargor de la hiel,
con dolores de agonía
que me niega la alegría
con el puñal más cruel.
Aún
se embriaga mi mirada
con destellos de tus ojos
y siento de tus labios rojos,
como briosa EN manadas,
galopando en desbandadas
de garañones en abrojos:
en los lejanos rastrojos
donde anida la quimera,
convertida ya en ceguera
de unos sangrantes despojos.
Cuando
me vean llorar
o galopando entre la olas,
no me intenten consolar,
porque nunca estuve a solas,
ni en la tierra, ni en la mar.
Siempre me guió mi LOLA
en el exhausto navegar.