lunes, 27 de diciembre de 2010

CUANDO MIRO EN LA DISTANCIA

Dedicada a esos seres que no tienen donde
reclinar su frente, en esas noches de crudo invierno.
*

Cuando miro al dintel de la distancia,
en donde pastan las yedras del saber.
No llega hasta mi mente, el entender
y me conforta vivir en la ignorancia.

Cómo siento a tanta alma encallecida,
y que desprecio al semejante a y mi ser.
Porque tengo sin llegar a merecer,
los regalos que me llegan de otra vida.

Una cama, aposento y la comida,
el cariño y el amor de una mujer
que recuerda lo que a veces, se me olvida.

Con su entrega para hacerme comprender,
las miserias de esos seres, sin medida,
y medio helados en el frío, amanecer.
*

lunes, 13 de diciembre de 2010

CON UN BESO EN NAVIDAD.

Solamente voy a pedir
para estas Navidades
que todo sea un sin fin,
donde las humanidades
como yo puedan decir...

Quisiera ser como un niño
y pintar jarales verdes
adornados de cariño,
donde las mentiras muerden.

Con las cometas en vuelo
e imitaría al alcatraz
y trenzaría en el cielo
de guirnaldas un cantar.

Con las cosas de la vida
que no se pueden fundir,
a esas qué dejan heredas,
les bordearía un sonreír.

Quiero jugar y volar
junto a las brisas marinas.
Quiero cantar y llegar
donde van las golondrinas

y hacer un puente que llegue
más allá de lo imposible,
donde sea verde la nieve
y hasta el Febo sea accesible.

Pondría sobre la tierra
una alfombra de cristal
donde no pisara guerra:
sólo el dulzor del panal.

Bordaría con zafiros
las sombras de la maldad
y sustituiría los tiros
por canastas de bondad.

Pondría en el pensamiento
del hombre la santidad
y con espadas de viento
rompería su vanidad.

Pintaría de dulzuras
todo lo agreste y enjambre,
donde yacen las criaturas
muertas de frío y de hambre.

Pondría sobre la esfera
una muralla de amor,
con una sola bandera
que llegara su candor

hasta las más viles fieras.
Y cuando hubiese inventado
la concordia sin cegueras,
quisiera estar enamorado

de todas las cosas bellas,
de la flores y de los prados,
de los luceros las estrellas
y de los mares dorados.

Y jugando llegaría
a construir un castillo
donde de noche y el día,
el hombre fuese un chiquillo.

No existirían noches frías,
sólo montañas de amor,
donde ya las felonías
no cupiera su calor.

Y Dios, jugando, jugando
saltaría de flor en flor
y yo me iría volando
a jugar sin estupor,
con las flores y su encanto,
el viento y la luz del día
y derramaría el llanto
con lágrimas de alegría.